viernes, 24 de noviembre de 2017

Empezar la casa...

Escribir por el techo es como empezar la casa por el tejado, sin orden y al revés. Pero a estas horas de la edad, no vamos a andarnos ya por las ramas ni a entrar en el juego de las consabidas etapas y aprobaciones: no nos queda sino envidar, todo a un órdago a la grande con fuegos artificiales. Juntamos una media de 75 abriles, o sea…

Mas soseguemos el resuello y consideremos que nuestro hábito de emborronar los techos tiene precedentes: Michel de Montaigne, el hombre tranquilo de la revuelta Europa de fines del XVI, el que miraba por la ventana para desentumecer los ojos de la lectura, el hombre abierto a la diferencia, tenía escrito todo el techo de su biblioteca, palmo a palmo y viga a viga. Salvando las distancias, que son algunas, quizá no vayan nuestros pasos tan descaminados.

En este blog reincidiremos y daremos parte y noticia de los libros de casa, unas veces de los que escribimos y otras de los que leemos, que todo termina siendo uno y lo mismo… Aunque con algún distingo, pues, en cuanto a los escritos por nosotros, nos hemos saltado a la torera la honorable figura del editor, así como las muchas ofertas de original que esa figura tiene por costumbre rechazar. En resumen: publicamos a cuenta de autor y asumimos sucesivamente la labor de pergeñar los textos; luego la de las ingratas galeradas (con la buena colaboración de una mano amiga); después las propias del tipógrafo y del grafista; más tarde la del gestor de números ISBN y depósitos legales; entre tanto, la del ePub para la versión electrónica; y al final toca promocionar el libro entre propios y extraños. Los lectores dirán si la calidad de nuestros libros adolece de esa organización de hombre y mujer orquesta.

Entre los ejemplares que regalamos y los que no vendemos, el negocio no es propiamente floreciente. Pero si uno de nuestros lectores nos dice que le ha emocionado tal pasaje nuestro, ahí quedamos pagados en la autoestima y, sobre todo, tocados en el corazón... Y nos vamos a la cama con la ilusión de que en alguna estación de tren de provincias hay quizá un viajero leyendo ese mismo fragmento, recreándolo a través del tiempo.

Las próximas entradas estarán dedicadas a nuestro reciente volumen El señor Nicéforo y otros cuentos circulares (que también está disponible en versión ebook).

Pilar y Ricardo Serrano Deza

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